Cada vez es mayor la preocupación social por la privacidad, sobre todo cuando se conocen nuevas formas de acceso a la vida cotidiana de las personas corrientes. Recientemente se ha sabido que la policía de un pueblo estadounidense ha resuelto un caso de asesinato gracias a Echo, una especie de asistente electrónico al que el usuario puede dirigirse a viva voz para poner música, conocer la predicción del tiempo o cualquier otro asunto. Lo que no saben muchos usuarios (entre ellos la persona que terminó acusada de asesinato), es que Echo también graba. Todos estaremos encantados de que se use esta vía para aclarar un crimen, pero a continuación nos preguntamos para qué más podría usarse.
También se ha sabido en las últimas semanas que la inteligencia estadounidense espiaba a través de televisores inteligentes (smart TV) incluso estando estas apagadas. Las instrucciones de los fabricantes avisan de que esto es posible, pero la mayor parte de los compradores o no las lee o no le prestan atención. Habrá cada vez más noticias como estas, que harán que todos nos sintamos crecientemente concernidos por el problema de la privacidad.
El desarrollo de la llamada Internet de las Cosas (IoT, por sus siglas en inglés) va a hacer que cada vez más datos personales de los usuarios terminen alojados en servidores de empresas privadas. Nuestros teléfonos y tablets ya saben mucho de nosotros, y además lo cuentan. Ahora se les unen el coche, la nevera y el robot de cocina, que registran nuestro comportamiento y están siempre conectados. Las grandes compañías entienden que la posesión de estos datos es oro puro, ya que son capaces de sacarles un gran rendimiento a través de las modernas técnicas de Big Data.
Eric Schmidt, presidente de Alphabet -la matriz de Google – ha dicho que, en su opinión, «el Big Data es tan importante que las naciones-Estado acabarán luchando por él». Es una predicción tal vez demasiado arriesgada, pero lo que podemos dar por hecho es que la privacidad será un asunto clave en la agenda política y en las preocupaciones sociales en los próximos años.
Igual que la opinión pública ya juzga a las empresas por sus políticas medioambientales o por su respeto a los derechos humanos, en breve el tratamiento que se dé a los datos personales será un criterio igual de importante. O probablemente más, porque los ciudadanos sentirán que les afecta de una forma más directa y más inmediata. El cambio climático es un grave problema para mañana; lo que haga una organización con lo que sabe de mí es un problema ahora mismo.
La gestión del cumplimiento normativo en privacidad adquiere así una dimensión que va más allá de lo jurídico. Influye ya, y lo hará mucho más, en la imagen de las compañías y a través de ella en su cuenta de resultados. Un adecuado sistema de compliance (nosotros, en UBTc, hemos desarrollado COMPAAS) es, desde este punto de vista, una inversión, y en modo alguno un gasto.